Los Presupuestos Generales del Estado para el año 2015 son unos presupuestos falsos,
ya que no consolidan ninguna recuperación, pero sí consolidan la crisis y sus
efectos, porque perpetúan un modelo económico fracasado y deterioran la calidad
de vida de más del 80% de los españoles, hipotecando el futuro de próximas
generaciones. Estas cuentas son el
reflejo de un modelo económico caduco y perverso, porque incrementa la
desigualdad. No cambian el modelo de crecimiento, ahondan en los errores del
pasado y no ayudan a las familias.
Los PGE para el 2015 deberían cumplir al menos tres
objetivos:
En
primer lugar, los Presupuestos deberían crear empleo, apoyar la reactivación
económica y fortalecer el sistema productivo de este país.
Y sin
embargo, no hacen nada de eso.
Pese a toda la propaganda
gubernamental, el Gobierno no ha tomado medidas para cambiar el modelo de
crecimiento, pues son de nuevo la construcción y la demanda interna las que
tiran de la economía, mientras la aportación del sector exterior será negativa
en 2014 y mínima en 2015, mientras la deuda pública y exterior siguen creciendo
a niveles alarmantes.
El papel del Gobierno central debería ser un papel dinamizador, activo
en la creación de empleo. La acción principal de este gobierno, que debería estar
reflejada en estos presupuestos, sería poner en marcha planes de empleo
urgentes. Hay hoy en España 3.300.000 personas paradas que no tienen ninguna
protección. Es el mayor nivel de nuestra historia y llevamos instalados en él
año y medio. Son casi 2 millones más de parados sin protección de los que había en enero de 2010 y el Gobierno reduce el
gasto en desempleo en más de 4.000 millones de euros, mientras implementa una
reducción fiscal para las capas de ingresos más altas que cuesta casi lo mismo:
unos 3.700 millones. Algo inasumible bajo cualquier circunstancia.
En
segundo lugar, estos presupuestos tendrían que haber servido para garantizar la
renta indirecta de todos los ciudadanos. Y garantizar que los derechos sociales
básicos, como la educación y la sanidad pública, la protección por desempleo,
las ayudas de las becas o la ley de dependencia pudieran mantenerse.
Y permitir
de esta forma que las familias españolas no vieran disminuir su renta indirecta
al tener que pagar de su bolsillo servicios básicos que deberían seguir siendo
gratuitos. El
Gobierno del PP ha decidido bajar los impuestos a los ricos, mientras rebaja
ayudas y prestaciones a los demás, beneficiando al 10% de la población y
perjudicando al 90% restante. Con la reforma fiscal se dejarán de ingresar
9.000 millones de euros, pero eso no va a servir para frenar la tijera de sus
recortes. Se prevén 7.000 millones de euros de recorte en 2015 en Educación,
Sanidad y Servicios Sociales.
En
tercer lugar, estos presupuestos tendrían que haber servido para garantizar la
estabilidad territorial y garantizar asimismo la igualdad de todos los
ciudadanos, vivan donde vivan.
Estamos en un momento muy complicado desde el punto
de vista del equilibrio territorial,
cuestionando y discutiendo sobre el sistema de financiación, viendo cómo
las comunidades autónomas tienen enormes dificultades económicas para atender
las necesidades de sus ciudadanos…y justo en este momento, el Gobierno central
recorta más y más a las autonomías, exigiéndole un recorte del déficit mucho
mayor del que se aplica a sí mismo el estado.
Mantienen a cualquier precio un sistema de
financiación autonómico que, en manos del PP, está significando una máquina de
generar agravios, perjudicando a unas CCAA y beneficiando a las suyas. Además,
reparten injustamente el esfuerzo del déficit, el fondo de liquidez autonómico,
asfixian con intereses a las CCAA y reparten injustamente el fondo de
compensación interterritorial.
Ocurre igual con los Fondos de Convergencia,
Andalucía tendrá que pagar 426 millones de euros de la liquidación de 2013, mientras otras comunidades autónomas, muchas
de ellas gobernadas por el PP, reciben cientos de millones de euros.
Y
de nuevo, la derecha andaluza es una oposición que calla, que consiente, que
agacha la cabeza ante las decisiones injustas de Rajoy y que sólo alza la voz
para repetir las mismas consignas.
No
hay argumentos para defender estas cuentas, por eso, con cada insulto, con cada
acusación falsa, con cada mentira, el presidente del PP andaluz está
demostrando su escasa talla política, igual que hicieron sus predecesores.
La derecha en Andalucía
no aprende de sus errores.
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